Sin poderme decir en donde yerro,
Ni se, si subo o bajo el viejo cerro,
pero aún así, me siento sosegada.
Y en el sosiego, siento tu mirada
perdida, entre las zarzas sin espinas,
y me pregunto dócil y callada...
¿Donde está mi fogosa adrenalina?
Devoró mi yo propio, el testaferro,
que hace tiempo que ronda mi almohada,
regurgitándome entre trementina.
Así, en pegajoso y vil destierro,
me consumo serena y embalsamada
en un sinfín de dudas y resinas.